05 julio 2009

El diario de David Holzman. Sobre estructuras y finales felices (II)



1- Viene de aquí.
He subido otro fragmento. La idea es que cada entrega venga aliñáda con trozos del filme.



2- Quería hablar de la estructura de esta película. Ya hemos visto su inicio. Es canónico en cuanto a los formas aristotélicas de la narración. Deja claro, desde la primera secuencia, el objetivo del protagonista. La película ya nos dice de qué va. Es un filme sobre su vida, una película en la que los rollos de celuloide pretenden ser la caja negra de un desconcertado Kit Carson.

3- Pero pronto comienzan las dificultades. Y no son dificultades técnicas, el problema es más grave. No todo el mundo quiere salir en la película de David Holzman.
Holzman tiene un habitat y unas personas (pocas) que le rodean; y para hacer una película sobre él todas estas personas deben aparecer y ser parte de la función. La novia de Holzman, Penny, se niega a aparecer en su filme. Ella “solo” quiere aparecer en su vida pero no en su película, sin entender que ambas se han fusionado. "No creo que pueda hacer una película sobre mi vida sin Penny en ella" confiesa con desamparo Holzman en lo que es su primer revés en su cinética biografía.
Y es que el cineasta no trabaja solo con la mente y por tanto no puede gozar de la invisibilidad de, por ejemplo, un escritor. Un escritor no tiene que pedir permisos de escritura. Si quiere puede hablar libremente de la señora que se sentó enfrente suyo en el metro, aquel caluroso día de agosto.
Un cineasta debe esconderse para hablar de esa señora y ese día caluroso de agosto.
No le basta con el recuerdo, necesita una máquina que capture el momento. Y esa puñetera máquina que captura el momento también desvelará el truco.
Para hablar de los demás en el cine hay que entrometerse, hay que ser un ladrón. La gente no quiere revelarse ante un extraño y los comprendo. Solo hacen su trabajo, que mayormente consiste en ocultarse. En ser otros.


David Holzman´s Diaries; Penny

4- La estructura o la arquitectura de un film. Holzman es una película que va creciendo inesperadamente. Sin fechas de rodaje ni permisos para estacionar la roulette. Se engloba dentro de las películas que progresan y se alimentan de hallazgos y de gags; libres de story boards e ideas preestablecidas.
Son películas endebles y poco sólidas en las que unas escenas vapulean a otras, dónde la coherencia narrativa sale perdiendo a favor de la frescura del tiempo real.
Películas fragmentadas, películas dvd, para ver con el mando a distancia o con la mano asida al ratón.
Son películas de ida y vuelta. Cine del rewind.

5- Películas en directo versus películas post-it. O todos esos directores tan chic que rellenan pizarras y dazibaos con post-its. Aquí lo digo, para que quede bien escrito en este aire virtual: detesto a todos esos directores tan chic que rellenan sus pizarras y sus dazibaos con post its. Pienso que esos directores tan chic, bohemios prematuramente calvos, que rellenan sus pizarras y sus dazibaos de corcho con post-its hacen un cine deleznable. Esos directores chic con esa pizarras hacen un cine de quita y pon. Barajando impunemente diálogos que todavía no han sido dichos, colocando en storyboards miradas que no han sido lanzadas. Recorriendo una oficina de post its y de posters nostálgicos con el ir y devenir de personajes que todavía no han nacido.
Esos oficinistas del drama que tuercen y retuercen escenas garabateadas en sus estúpidos postits. Esos oficinistas del drama, burócratas de la ficción enjaulada, que creen poder detener la vida con sus ridículos post-its; que escriben y reescribe, giran y enderezan escenas y diálogos que todavía no han sido filmados... Me da nauseas esa forma de proceder.
Un cine de post-its que destruye el futuro. Un cine en pasado. Un cine que enjaula la vida.
Ni siquiera la más pasional deliberación puede y debe destruir el azaroso deambular de la vida.
Todos esos directores, que todos salen de escuelas de directores, y que todos, como oficinistas del drama o burócratas de un vaciado consciente y premeditado de la incertidumbre; todos esos así llamados directores y también así llamados guionistas me parecen detestables. Son al arte lo que el compas es al pincel o el dibujo técnico a la plástica.
Allí se les ve, colocando post-its con su mente cartabonada. Girando un vulgar compás.
Eso pienso de los así llamados directores de cine o guionistas de cine que hacen cine de post-its.

Entre muchas otras cosas El Diario de David Holzman habla de la imposibilidad de capturar la vida. La vida continua tras el cut. Y desde luego no comenzo con el shoot. Solo la podemos fragmentar y embotellar ciertos momentos. Quizá esos momentos de extasis de los que hablaba Mekas, con sus tardes de domingo en Central Park. Esos chispazos incontrolables.


David Holzman´s Diaries; El director en uno de sus monólogos

6- Holzman, ya lo he adelantado, pero insisto, no consigue su objetivo. Lo siento por quienes esperaban un final feliz o para quienes buscaban un súbito manual de autoayuda. No lo hay.
Y aquí está la segunda gran diferencia respecto a una estructura de guión clásica. Holzman obvia el prototípico final feliz. No progresa hacia su objetivo más bien se va perdiendo y enrevesando.

No hay ese happy end heredero directo de los deux est machina griegos.
Si estuviéramos ante una película convencional, y por convencional hablo de una película que se interesa más por la distribución que por la producción, o que en otras palabras ya antes de filmarse tiene distribución y por tanto el resultado es accesorio (que luego tenga valores artísticos es un añadido innecesario - cuando no es directamente un problema...). Si fuera este tipo de película digo, y si preguntáramos a un espectador digamos tipo hollywood cuál cree que sería el desenlace tras ver la primera escena, diría, yo creo, que el proceso de conocimiento del cineasta le termina convirtiendo en “mejor persona” (la regla sacrosanta de Mckee sobre la evolución de un personaje...) y que por supuesto Holzman recupera a Penny (probablemente en boda –símbolo por antonomasia del convencionalismo narrativo), y que como giro final la película filmada se convierte en un inesperado éxito.
Así dicho resulta realmente detestable.

7- El happy ending es la quintaesencia del mercantilismo. Cine clientelista en estado puro. Significa hacer un cine que no decepcione. Un cine que respire por cómo intuimos los espectadores que quieren... Un cine de rebaños.

Pienso ahora en Buñuel, cuando trabajaba en Hollywood, que con un par de pistas sobre el personaje podía predecir los finales de todas las películas. Todas esas películas con finales escritos.

Pero afortunadamente Holzman nace de los intestinos del New American Cinema y no se preocupa por la distribución. La distribución es un asunto colateral. Es el fuego amigo de la creación. El pensamiento es el siguiente. Yo hago una película como pueda y cuando la acabe ya está, si luego hay alguien que encima le guste y la quiera ver mejor que mejor. Pero el objetivo es crear.



David Holzman´s Diaries

Y por tanto la verdad, toda esa verdad de la que en parte El diario de Holzman ridiculiza y parodia, ese falso entendimiento de la verdad... la verdad, pienso ahora, es la gran damnificada del mercado. La verdad no pueda mezclarse con el entretenimiento. La verdad es enemiga del escapismo. Y la práctica totalidad de los espectadores quiere escapismo. Es así. Supongo que quieren creer que su padre no morira nunca, o que cuando lo haga le jadeará una últimas palabras de amor incondicional; quieren creer que finalmente el banco no ejecutara la deuda; que el mendigo que cotidianamente evitas pisar mientras elevas el volumen de tu emepetres saldrá adelante, y que además es libre, y feliz, y que está en la calle porque quiere, como una forma de protesta contra los bancos.
El cine escapista es pura fascismo.

8- Otro día seguimos. Todavía quedan muchos temas por hablar. Por ejemplo el propio McBride, un personaje fitgeraldiano en el peor de los sentidos posible.